sábado

PASANDO AL OTRO LADO






ETAPA DOS. (lunes 8 de febrero)

Me despedí de las sierras puntanas y a las 8.30AM. ya me encontraba en la ruta rumbo a Mendoza. Luego de un largo tranco llego a la frontera en donde me vuelve a sorprender el contraste: Otra vez una despampanante construcción al final del camino en San Luis, y luego del arco de bienvenida, un humilde pueblito mendocino.
Sigo mi camino y unos cuantos kilómetros adelante me encuentro con un bello pueblo que se llama La Paz. Inevitablemente tuve que entrar ya que la única estación de servicio que hay, está dentro del mismo poblado, a unos 700 mts. de la ruta. Me dejé llevar por la curiosidad y recorrí las calles de la paz. También fui a "chusmear" la vieja estación ferroviaria en donde desde los noventa solo pasa, de vez en cuando, algún tren carguero.
Luego de hacer miniturismo, lleno el tanque y continúo el viaje para la capital de la provincia. Apenas pude ver la cordillera me detuve y saque unas fotos (creo que estaba a 70 kms. de Mendoza). Di unas vueltas por la ciudad, que a decir verdad no me llamó mucho la atención, pero reconozco que es algo que tengo en lo personal con las grandes ciudades. Paré en el parque universitario y en una callecita interna del bosque lavé mi maquina con el agua torrentosa que corría por una canal paralelo al camino.
Era pasado mediodía y no sabía que hacer: si quedarme en Mendoza o seguir adelante para adentrarme en la cordillera. Mientras le sacaba los bichos a la moto decidí continuar ya que mi objetivo siempre fue cruzar Los Andes y llegar al Pacífico. Como a 25 kms. se encuentra el cruce para introducirse en la propia montaña. Si bien sigue siendo la ruta 7, hay que tomar hacia la derecha ya que si se sigue derecho, se termina en San Rafael. Cuando uno encara el paisaje andino, parece tocarlo con la mano, y pese a que son unos pocos kilómetros no se llega nunca.
Apenas esquivé al primer "gigante" me encontré con un gigantesco lago en "Villa potrerillos" un pequeño poblado en la entrada de la cordillera.
Luego de dar unas vueltas, retomo el camino y comienzo a traspasar túneles cavados en la piedra viva, siempre acompañado por una vieja trocha angosta ferroviaria que cada tanto pretende esconderse bajo el ripio.
Así, comenzando la escalada, luego de algunas subidas, bajadas y curvas, llegué a Uspallata, un valle paradisíaco enclavado en la misma cordillera de Los Andes.
Bello pueblo con servicio de hotelería aceptable para todos los bolsillos, también hay un camping muy económico (20 pesos).
Después de Uspallata es todo menos pintoresco aunque imponente, uno está estupefacto con la vista y si bien se está atento al camino, no se puede dejar de apreciar el paisaje. Las paradas obligatorias son el avistaje del Aconcagua y el puente del Inca. Hice Polvaredas, Punta Vacas, Los Penitentes (centro de Ski) y Las Cuevas. Luego viene el túnel internacional en donde los que sufren de alguna afección respiratoria deben tener algún tipo de precaución ya que el pasadizo se encuentra lleno de humo, propio de los camiones y vehículos que por allí circulan. En auto uno cierra la ventanilla y respira el oxigeno que hay dentro del habitáculo, pero en moto no se tiene esa posibilidad, así es que hay que tener cuidado.
Después del túnel viene la aduana en donde un carabinero se acercó y me dijo que completara con mis datos unos papeles y que pasara nomás, que los motociclistas teníamos ese privilegio. Y así fue: en media hora salí del paso fronterizo (ya en territorio chileno).
La cosa brava se vino luego de cruzar la frontera: me encontré con que el camino estaba literalmente levantado y solo se podía circular por una mano a la vez sobre un entozcado de ripio que encima lo mojaban para que lo autos no levantaran polvo. Realmente pasé momentos de mucha tensión y una pérdida de tiempo que me ponía muy nervioso ya que creía que se me iba a hacer la noche allí arriba. Con toda esa presión encima y la poca capacidad que en ese momento tenía para razonar es que sucedió la "catástrofe": Pasó en la llamada bajada del caracol; yo creído que sería tan fácil como andar un poco fuerte por las llanas rutas de la provincia de Bs. As., fue que al pretender pasar a un camión terminé "clavado" en el ripio de la banquina. Por suerte no me pasó nada y entendí la importancia de aguantar el calor que depara el uso de un equipo adecuado. Debo decir que mi campera y pantalón "Leoshi" me salvaron de unos buenos raspones. "La Preciosa" solo recibió unas rayaduritas en el carenado y en el motor, nada de importancia. Dos argentinos que venían detrás me ayudaron a levantarme y como no podía hacer otra cosa segui viaje con un poco mas de calma (y con el culo enchastrado).
Del lado chileno la cuestión es otra historia: apenas uno sale de la alta montaña, comienza a verse una nutrida concurrencia de casas y casillas de madera, e incluso boliches a la vera del camino. Se me hizo de noche nomás y llegué cerca de las 9 PM. a la ciudad de Los Andes. Me instalé en un hotel caro ($ 260), pero no tenía ganas de andar buscando precio. Comí en un boliche un buen pedazo de carne con puré, tomé una cervecita y me fui a reposar hasta el otro día.

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